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PRODUCCION DEL FUEGO             

 

Con este taller, sobre la  Producción del fuego,  vamos a tratar de aprender sobre nosotros y nuestra especie.

Para ello experimentaremos con fuegos, hornos y materias. No nos interesa el aspecto “artístico”, ni el éxito en el trabajo. Lo que nos interesa es el tratar de ubicarnos mentalmente en ese proceso evolutivo  del que formamos parte y de ir aprendiendo de la experiencia y del intento de hacer las cosas “bien”, ver cómo los trabajos que vamos realizando con las distintas materias, hornos, etc., van resonando adentro. Emplazarnos en  el taller como si fuera un  ámbito transformador, en el que cada uno aporta sus cualidades y que, gracias al trabajo en equipo y a las relaciones que vamos cuidando, se va produciendo una transformación de los que participamos  de esa  atmósfera común.

Recordamos la importancia de la seguridad, estar atentos y ser muy cuidadosos.

La conservación del fuego, fue  previa a la producción, al contrario de lo que suele creerse y transmitirse. Llevó muchos años al ser humano inventar el fuego, poder producirlo.  Hace un millón de años que se aprendió  a  conservar  el fuego y sólo 100.000 años desde que se inventó. En la Naturaleza estaba ya el fuego. Entonces, el

tema era disponer de él. Ya estaba producido. No se sabía cómo producirlo uno. Pero sí estaba producido en la Naturaleza. Entonces, ese fuego  trabajaba como un “regalo”. Eso venía de los volcanes, del fuego en los bosques, eso venía del fuego en distintos lados pero no se disponía de eso. Pero antes de que se pudiera considerar como “regalo” se lo reconocía como amenazante y peligroso. Ahí está la primera diferencia entre los homínidas y los demás animales. Los homínidas, qué tipo de bichos son, que se animan a ir a esa cosa peligrosa y que no ponen los pies en polvorosa como hacen todos los otros animales. Todos frente al fuego huyen y estos frente al fuego se acercan. Esta es una cosa que marca una diferencia histórica. Porque hay en el circuito de estos, suficiente capacidad como para oponerse a sus reflejos de instinto de supervivencia. La Naturaleza dice “huye”. Ellos se oponen y dicen: “acércate”. Este hecho es extraordinario y lo destacamos porque  hace a la diferencia fundamental entre los homínidas y otras especies.”

Antes de inventarlo ya había mucho adelantado, acumulado.

Fue necesario transportar, amortiguar (como si durmiera en las brasas y en los rescoldos), alimentar, engrandecer  y multiplicar. Para entonces, se había pasado de la tea en la que se propagó el fuego llevándola a cort   distancia hasta el recipiente original: la pequeña cavidad en la tierra en la que se cuidaba esa vida inestable. Pero todavía estaba allí, no se podía disponer del fuego en los largos desplazamientos. En algún momento posterior, se inventó la cavidad portátil, el cuenco o recipiente de barro que aparte de contener y permitir el transporte se fue solidificando, se fue cociendo por acción del huésped que trabajó endureciendo su nido. Es gracias a la cavidad fija o portátil que se pudo adormecer el fuego entre las cenizas de materias orgánicas vegetales y animales. Es gracias a la cavidad que se pudo despertar al fuego de su sueño en las cenizas y en el calor del pozo tapizado de piedras. Allí se lo hizo crecer y se lo puso a trabajar: ¡el horno estaba inventado! Sin embargo, la temperatura lograda no llegó a producir la fusión de los metales. Pero se contaba ya con la greda cocida, endurecida y maleada casi hasta el punto de la impermeabilización como ocurría con los recipientes de piedra, de hueso y de madera trabajada. Durante cientos de miles de años se perfeccionaron los hornos, los combustibles y creció el conocimiento sobre las cocciones, las fusiones, y algunas aleaciones de metales blandos. No hablemos de la luz, de la defensa y de la cocción de alimentos que ya estaba en el origen del interés por el fuego. Todo siguió progresando linealmente hasta que sobrevino el invento del fuego. Para entonces ya estaban echadas las bases de una     tecnología compleja que fue utilizada íntegramente en el paso siguiente.

Y para inventar el fuego se habrá de comprender que la brasa se convierte en llama y que es necesario sacar esa brasa del interior de la madera y de la piedra. A las primeras piedras que chocando se les extrajo la chispa prometeica, se las conoció en el Asia como “piedras del fuego” y luego fueron llamadas “piritas” (de pyr = fuego) por los giregos. Hasta el día de hoy, (bisulfuro de hierro).

En fin, que la pirita golpeada por el eslabón (sílex o cuarzo con algo de alúmina) comienza a perder material que en pequeñísimos fragmentos salta incandescente y en chispas muy calientes teniendo una vida más prolongada que las chipas producidas por el entre chocamiento de otras piedras.

Y, finalmente, la “yesca” (del lat. esca = alimento) que tiene el mismo nombre que se da a diversos hongos (yesquero de los abedules, de las cercas, bermellón, falso yesquero, yesquero multicolor y yesquero propiamente tal, que se prepara para recibir la chispa y producir la brasa). Por cierto que se usaron diferentes tipos de “yescas” pero la de hongos secos y muy molidos al igual que algunos excrementos animales utilizados  también para conservar el fuego, se universalizaron para la producción de las brasas que, animadas por el soplo y las briznas pajizas terminaron  generando el   

fuego.  Así pues, la yesca de hongos acercó al hombre a la brasa y también al humo y al fuego ritual. 

También se usó el frotamiento de la madera blanda y seca para la producción del fuego, pero siempre hubo que solucionar el problema de la yesca.

Ya tenían sus chispas divinas en sus cabezas, ¿Cómo sucedió todo esto? No lo sabemos. En todo caso sabemos que paso.  

Producían fuegos en todos los lados, esos bichos con conciencia.

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